Despertar queriendo cambiar. Cambiar qué? Qué sé yo, cambiar todo. Cambiar por el embole existencial que tengo y que cada vez me ahoga más. Me dejo de joder o empiezo a joder más, pero no quiero ver más este aburrimiento que se hunde en mis ojos. Dejame ver.
Y no hablemos de lo de ayer, o hablemos pero en voz baja, susurremos así se nota que lo de ayer es de ayer y no condiciona el hoy.
Y mañana? Mañana dejá que sea una incógnita, quiero cerrar los ojos acá y despertar en quién sabe dónde, pero así, al lado tuyo, sintiendo tu aliento en mi nuca y tu mano en mi cadera, presionando suave pero fuerte, como asegurandote de que, sea donde sea que despertemos, no nos separemos.
Abrazame, soltame, alejame de la rutina del hablar sin decir nada y de los besos secos. Prefiero los gritos sin sentido y los silencios cálidos a un sinfin de esas pelotudeces empaquetadas para llevar. No me interesa todo eso. Me interesás vos, cómo te reís, cómo entrecerrás los ojos cuando bostezás y el roce de tu piel con la mia, que cada vez es distinto, cada día descubrimos una nueva forma de tocarnos y de sentirnos. Y yo te siento y te pienso acá lejos como si estuvieras cerca, y te extraño, o no, pero lo disfruto. Disfruto de esta distancia tan necesaria y a veces tan olvidada, pero no me olvido de vos. No me olvides, no te olvides de extrañarme vos también.
La semana que vivimos en peligro
Hace 5 años