domingo, 2 de mayo de 2010

te juro que lo intento. ya sé que vos pensás que no es así, que me dejo llevar facilmente y esas cosas. me decís que tengo que madurar de una vez, que no puede ser. y entonces ponés esa cara de frustración, seguida de la frase de siempre "ya no sé que decirte, parece que lo hacés a propósito". sabés lo que desencadena esa frase, lo sabés bien, y sin embargo la decís y ves como me voy achicando en el sillón marrón del living de tu casa, como si intentara fusionarme con la tela y perderme en el relleno acolchonado, y vos caminás de una punta de la habitación en penumbra a la otra, haciendote el boludo, como si no te dieras cuenta de que estoy desapareciendo frente a tus ojos, haciendote el boludo, cambiando de tema, diciendo no sé qué sobre esa banda de jazz que fuiste a ver el otro día, haciendote el boludo, prendiendo un cigarrillo, exhalando el humo de a poquito, como hacés siempre que estás nervioso. y así estás un rato largo, hablando y respondiendote a vos mismo, mientras yo me hundo cada vez más hasta que casi no te escucho, hasta que tu voz llega a mis oídos como el débil repique de campanas de una iglesia lejana y abandonada. resignado ya a no recibir respuesta alguna de mi parte, cansado de ese monólogo arbitrario, te sentás en la mesita que está al lado del sillón, tirando sin querer la agendita de teléfonos, y sin decir nada me mirás y me agarrás fuerte de la mano, como queriendo sacarme de las profundidades del sillón, en ese ritual de consuelo que a veces pareciera arreglarlo todo.